La educación para la liberación propuesta por Paulo Freire y la investigación-acción participativa concebida en el proceso político de Fals Borda abogan por un cambio en las finalidades y las metodologías de la educación y los procesos de producción del conocimiento en contextos periféricos como América Latina. En ese sentido y en el contexto de un proceso latinoamericanista que aboga por el desarrollo de un pensamiento propio que desmovilice los efectos perversos de la modernidad de tipo eurocentrado, tanto la educación popular como el replanteamiento de los sentidos y usos de la educación en América Latina del siglo XXI obligan a transformar las formas en que está concebida y practicada la universidad.
Hay varios momentos políticos que se vinculan a esta necesidad, propios de las últimas décadas del siglo pasado y las conquistas políticas de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Estas luchas han abogado por un estado intercultural que permita, en términos materiales y simbólicos, consolidar la democracia radical. En este contexto, se pone en crisis las maneras canónicas de reproducir conocimiento y la tradición excluyente de la Universidad y emerge la necesidad de repensarse. Para la materialización de estos postulados son necesarios la construcción de espacios conjuntos. Reflexionar sobre estos procesos en el campo de las artes incluye entonces pensar en las estéticas de estas diversidades y su posibilidad de incluirse de manera efectiva e igualitaria en las dinámicas de la construcción de los imaginarios colectivos, en los programas de estudios universitarios, así como de que estas poblaciones, en términos efectivos estén presentes en las aulas y los escritorios de los centros de educación superior.
Hay varias discusiones que están asociadas con esto, desde la noción de que el poder y el saber están ligados, hasta aquella que tiene que ver con la fragmentación y jerarquización de las disciplinas, la separación de los conocimientos teóricos con los prácticos y la división entre razón y sensibilidades. Esta separación -propia de los procesos modernos- trae la crisis de una educación aislada de los contextos reales, de las realidades humanas y resultan ser inútiles al momento de resolver los problemas propios de los contextos históricos en las que se desarrolla. Por otro lado, la celebración de los 100 años de Córdova ha traído a colación los debates sobre los desafíos de la Educación Superior latinoamericana. Entendemos, entonces, la urgencia de hacer modelos de educación que “abran las puertas” a nuevas experiencias y que transformen de manera radical las formas de hacer las clases, de entender lo que es el conocimiento, sus usos y sus fines.
Nuestra investigación tomará lugar en el barrio Nigeria, parte de la Isla Trinitaria, una comunidad en las periferias de Guayaquil, mayormente constituida por migrantes afro-ecuatorianos de Esmeraldas. La población que, en este caso, es sujeto y no objeto de nuestro estudio, son los mismos vecinos del barrio y son ellos que colaboran con el desarrollo de la propuesta de investigación.
Esta es una investigación emprendida desde la investigación-acción. El proceso metodológico entonces tiene mucho que ver sobre acciones que llevamos a cabo con la comunidad, que se originan en un proceso pedagógico y que tienen resultados tanto en el contexto de aprendizaje y formación de los estudiantes como en las maneras de interrelacionarse con la comunidad. Para ello, construiremos en conjunto el Centro Cultural Comunitario Virtual para viabilizar la utilización de la plataforma Radioactiva a través de la ejecución de miniproyectos que afiancen el proyecto pedagógico, provocando encuentros en donde se discuta ampliamente sobre los problemas que tenemos que resolver, tomando como ejemplo las metodologías de la Antropología política, e iremos recogiendo los datos de nuestra experiencia de manera sensible.
Al final nos reuniremos con el objetivo de validar nuestros aprendizajes y formular conocimientos construidos en conjunto.